miércoles, 16 de febrero de 2011

HISTORIA DE LOS JUDÍOS, ESOS TIPOS TAN ENTRAÑABLES (XV). Jorge Álvarez

Maimónides, el prototipo de fanático intolerante

Estatua de Moisés Ben Maimón - Maimónides - en Córdoba. Pocos personajes históricos, inluido el psicópata de Sabino Arana, han legado tanto odio a la humanidad

Los judíos medievales, como hemos visto, vivían en comunidades cerradas hacia dentro por su propio interés y, por la misma razón, abiertas hacia fuera a efectos lucrativos. Protegidos por los grandes señores y odiados por el pueblo llano, amasaban fortunas recaudando impuestos y prestando dinero.

     “…los judíos se aislaban en un orgullo e indiferencia que irritaban a los gentiles.

Esto fue especialmente cierto en la Europa de la Edad Media, donde surgió un rígido sistema de clases. Existían la nobleza, dividida en un grupo superior y otro inferior, los artesanos agrupados en gremios, la Iglesia con su clase clerical, los soldados mercenarios y los siervos. Siempre hubo una cierta elasticidad, un transvase de unos grupos a otros -una lucha por ascender de los hombres con fortaleza y carácter- , pero, al fin y al cabo, las clases estaban establecidas. Los judíos, sin embargo, se movían fuera y aparte de dicho sistema de clases, y puesto que controlaban buena parte del comercio y las finanzas, eran tanto o más ricos que la nobleza, aunque carecían de su prestigio social.”[1]

            Este estilo de vida judaico no es típico de la España medieval. Se repite, con ligeras diferencias en toda la Europa occidental e incluso en las tierras sometidas al Islam[2]. Como regla general, durante toda esta larga época del judaísmo talmúdico, las comunidades hebreas se hacían más prósperas y más rápidamente en aquellos territorios en los que el poder y la autoridad estaban fragmentados y la conciencia nacional desvanecida. Los territorios con una autoridad regia débil y una aristocracia poderosa eran el escenario ideal para el éxito de un pueblo apátrida y errante como el hebreo. Los judíos se aprestaban gustosos a ponerse al servicio de los poderosos explotando inteligentemente sus habilidades financieras y mercantiles. Se convertían así en los agentes de un poder codicioso e impopular. Para los cristianos pobres, explotados y marginados por sus señores, los judíos aparecían como un cuerpo interpuesto entre amos y siervos, al servicio exclusivo y resuelto de los primeros. La descomposición del reino visigodo posibilitó la invasión musulmana y el retorno triunfal de los judíos. A su vez, el momento de esplendor del judaísmo en Al Andalus, llegó con la caída del califato y la atomización de los reinos de Taifas. La irrupción de un poder fuerte y unitario, el de los almohades, acabó con este período y los judíos huyeron hacia los reinos cristianos. En éstos, alcanzaron de nuevo enormes cotas de riqueza e influencia. La cristiandad peninsular estaba también dividida en reinos que en muchas ocasiones rivalizaban entre ellos y el poder regio casi siempre, era un poder limitado por el de los nobles y la Iglesia y necesitado de recursos. Cuando la Reconquista se va culminando y el poder real se fortalece, comienza el declive de los judíos que culmina cuando los Reyes Católicos crean un Estado unitario y fuerte, eliminan muchas prerrogativas de los nobles y la conciencia nacional se generaliza.

            En Francia, la culminación del poder real llega, a caballo entre los siglos XIII y XIV, de la mano de Felipe IV el Hermoso. Fue el primer monarca absoluto; Francia, con él, dejó de ser un estado feudal y pasó a ser una monarquía moderna y centralizada; creó un tribunal de cuentas, un sistema impositivo nacional y un ejército profesional en sustitución del sistema de levas. En 1306 expulsó a los judíos de Francia.

            En Inglaterra, los judíos llegaron con Guillermo el Conquistador en el siglo XI. Y no resulta casual que fuesen expulsados en 1290 bajo el reinado de Eduardo I[3], otro monarca que reforzó notablemente el poder de la corona, reformó el parlamento otorgándole un estatuto permanente, creó un sistema impositivo real y expandió su reino con la anexión de Gales.

            El judaísmo medieval va forjando su estilo de vida en base a su código religioso talmúdico, sectario y xenófobo. Desde pequeños, los judíos son educados en la arrogancia y en el desprecio hacia todo lo gentil. Por principio se les enseña que no existe absolutamente nada bueno en los gentiles y que no se debe sentir compasión ni simpatía hacia ellos en ningún caso. Los rabinos adoctrinan a los jóvenes miembros de las comunidades y las gobiernan con mano firme y despótica. Con los gentiles solo se permiten las relaciones exclusivamente económicas y siempre que sean provechosas para el judío o para la comunidad. La Ley judía se aplica en todo su rigor; se azota en público, se corta la nariz a la mujer adúltera (nunca al varón), en muchas juderías los rabinos tienen el poder para dictar sentencias de muerte y lo hacen.

            Por estas fechas aparece la figura de Moisés Ben Maimón, más conocido entre nosotros como Maimónides. Este individuo nacido en Córdoba en 1135, médico y rabino, se convertiría en uno de los principales referentes del judaísmo talmúdico hasta hoy. Todos los judíos piadosos del mundo lo veneran y es popular el dicho “de Moisés a Moisés, no ha existido otro Moisés”. Conocido también como Rambam, ha pasado a la Historia como un pensador y científico de prestigio universal. Que los judíos se deshagan en elogios hacia este sujeto tiene su lógica pues para ellos se trata de un teólogo paradigmático que racionalizó la codificación de los preceptos talmúdicos. Los rabinos del mundo entero han venido utilizando sus manuales y enseñanzas hasta nuestros días. Menos lógico parece que los gentiles compartan este entusiasmo y se sumen a los coros judíos que presentan a Maimónides como un hombre tolerante que se adelantó a su época al rechazar la discriminación religiosa.

            Sin embargo, ¿qué dijo realmente Maimónides? Los judíos críticos con el Talmud que conocen su obra saben que sus correligionarios han “vendido” a los gentiles una visión tan bondadosa como falsa de la filosofía de Maimónides, difundiendo sus escritos más presentables y ocultando los más repugnantes, que, por cierto, son muchos y muy profundamente repugnantes. Sin ir más lejos, un intelectual judío de la talla de Gore Vidal se refería a Maimónides como “aquel gran aborrecedor de gentiles.” Veamos por qué.

            Las obras religiosas principales de Maimónides son la “Guía de perplejos” y la “Mihsné Torá”. Esta última es una codificación de la Halaká, la ley religiosa judía. El rabino cordobés se dedicó a sistematizar esta ley que se hallaba desordenada, esparcida y muchas veces repetida en el Talmud y en la propia Torá. Y por supuesto, aderezó el texto legal con interpretaciones precisas del significado de los preceptos. Por ejemplo, Maimónides explica a los devotos judíos el valor de la vida de un gentil:

“En cuanto a los gentiles con los que no estamos en guerra… su muerte no debe ser causada, pero está prohibido salvarlos si están a punto de morir, si por ejemplo, se ve a uno cayéndose al mar, no se le habrá de rescatar, pues está escrito: “ni tampoco habrás de alzarte contra la sangre de prójimo”, pero un gentil no es tu prójimo.”[4]

            Éste y no otro es el espíritu del Talmud y también de la Halaká. Queda absolutamente confirmado en otros muchos casos de la codificación de Maimónides. Él, que era médico, hablaba  en estos términos a sus colegas judíos:

“Y con esto aprende que está prohibido curar a un gentil incluso si paga”

“Pero si le temes a él o a su hostilidad, cúrale a cambio de pago, aunque se te prohíbe hacerlo sin  pago”.[5]
           
Y a cualquier mente no enferma no puede dejarle indiferente la opinión de Maimónides acerca de las relaciones sexuales entre varones judíos y mujeres gentiles:

“Si un judío copula con una mujer gentil, ya sea ésta una niña de tres años o una adulta, esté casada o no, e incluso si él es un menor de sólo nueve años y un día, porque realizó con ella coito voluntario se la habrá de matar, como ocurre en el caso de una bestia, pues a través de ella un judío se vio envuelto en problemas.”[6]

            A pesar de que el ilustre rabino de Córdoba dejó todas estas perlas por escrito y cualquier persona con algo de curiosidad intelectual puede acceder a ellas, Maimónides sigue siendo considerado por los cristianos un adelantado a su tiempo, un foco de tolerancia y racionalismo en la oscuridad del fanatismo de la Edad Media[7]. Un fanatismo que, además, se identifica habitualmente de forma exclusiva con el mundo cristiano europeo.

Pero no es Maimónides el único rabino talmudista que piensa así. Otros famosísimos tratados halákicos de otros reputados rabinos están igualmente impregnados de este espíritu sectario y cargado de odio a lo gentil. Y es que no puede ser de otro modo, porque éste y no otro es el espíritu del Talmud. Así ocurre con otro de los grandes códigos hebreos, el Shulján Aruj, escrito en Palestina a mediados del siglo XVI por el rabino Yosef Caro y en los textos posteriores que a su vez profundizan en él. Un ejemplo escogido entre muchos para no cansar al lector, extraído en este caso del prestigioso rabino David Halevi en su obra Turey Zahav, explicativa a su vez del Shulján Aruj:

[en referencia a un gentil] “… uno no debe alzar la mano para dañarle, pero se le puede dañar indirectamente, por ejemplo quitándole la escalera si se ha caído a una fosa…”

Como se aprecia fácilmente, el odio y el desprecio hacia los gentiles no constituyen una excepción en el judaísmo clásico. No se incardinan en él por obra de aislados tratadistas fanáticos alejados de la corriente talmúdica mayoritaria. Son, al contrario, el espíritu del propio Talmud. Como ya vimos, se trataba de un texto de estilo farragoso escrito por rabinos fanáticos y rigoristas obsesionados con interpretar una y otra vez cada párrafo de las partes legales o halájicas de la Torá. Durante siglos, los judíos mantuvieron el Talmud oculto a la curiosidad de los cristianos. Conscientes de que en él se contenían numerosísimas referencias despectivas hacia Cristo y hacia los cristianos y un sinfín de preceptos en los que se describe a los gentiles poco más que como animales al servicio de los hebreos, los judíos eran conscientes de que darle publicidad al Talmud era algo sumamente desaconsejable para su seguridad y bienestar. Mantener el Talmud oculto para los cristianos fue bastante fácil durante siglos y ello por varias razones. Estaba escrito en hebreo, los ejemplares rara vez salían de las juderías y las autoridades rabínicas prohibían expresamente, bajo severos y ejemplares castigos, incluso la pena capital, divulgar su contenido a los gentiles. Si algún hebreo, a su pesar, se veía obligado a hablar del Talmud con los no judíos, estaba obligado a mentir. Debía negar la existencia de pasajes anticristianos. Si algún gentil algo versado se los citaba, amparándose en lo desconocido de la lengua hebrea, debía argumentar que se trataba de errores de traducción o de textos falsos interpolados maliciosamente. En general, esta labor de confusión funcionó bastante bien hasta el siglo XIII. Pero las cosas habrían de cambiar.

[1] Howard Fast, op. cit., p. 228.
[2] “Si la situación material de los hebreos en Marruecos era aún bastante precaria, moralmente se había mejorado sensiblemente, merced a la protección que les dispensaban los sultanes meriníes y a la actitud tolerante de las clases educadas y moderadas. Sin embargo, los judíos seguían siendo víctimas de toda especie de humillaciones y atropellos por parte de las masas fanáticas e ignorantes. A pesar de esto, gracias a su inteligencia y a su incesante actividad, sobresalían en las artes y oficios, y por su indiscutible aptitud al comercio constituían un factor esencial e indispensable en la vida económica y financiera del país.” Abraham Laredo, op. cit., p. 182.
[3] Eduardo I intentó alejar a los judíos de Inglaterra de la práctica de la usura. En 1275 decretó un estatuto para los judíos que le prohibía la práctica de la usura. A cambio,  se instituyeron medidas para reconducir a las comunidades judías hacia el trabajo agrícola o la artesanía. Pero fue misión imposible. Los judíos ingleses vivían lujosamente a costa del préstamo a interés y se negaron a dedicarse a otra cosa. Muchos abandonaron el país para establecerse en comunidades hebreas en las que podían seguir dedicándose a tan lucrativo negocio.
“Para las comunidades judías esto representaba la ruina completa. En su desesperación, muchos recurrieron a la falsificación de
[4] Maimónides, Mishné Torá, Leyes relativas a los asesinos 4, 11.
[5] Maimónides, op. cit., Idolatría 10, 1-2.
[6] Maimónides, op. cit., Prohibiciones a las relaciones sexuales 12, 10.
[7] En 2004 se celebró el VIII Centenario del fallecimiento de Maimónides. La Federación de Comunidades Israelitas de España (FCIE) organizó con todo tipo de apoyo institucional una serie de actos de homenaje en nuestro país a los que asistieron encantadas numerosas autoridades. Por ejemplo, en un suntuoso acto en Córdoba el 13 de Octubre, el entonces presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, dijo literalmente:
“Maimónides es, en definitiva, una de esas personalidades con el don y la capacidad de transmitirnos, desde el pasado, el talante y las ideas que nos deben ayudar a superar los problemas y tensiones actuales del Mediterráneo.
En todas partes, su tarea humanitaria de médico comprometido con el dolor de sus semejantes, sin mirar creencias o condiciones, le hicieron acreedor al reconocimiento que le tributaron en su muerte musulmanes, hebreos y cristianos”.
Una semana más tarde, le tocó a Madrid el turno de rendir pleitesía al “ilustre” rabino. En esta ocasión el acto de homenaje tuvo lugar en la sinagoga de Madrid y contó con la presencia de autoridades tales como el, por entonces, Ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar, la concejala Ana Botella y el Secretario de Estado de Justicia Bernardino León. Del discurso del Ministro según el despacho de Europa Press:
“En su discurso, Juan Fernando López Aguilar, puso a Maimónides como ejemplo de figura universal que luchó contra la intolerancia de su tiempo, al tener que emigrar a Egipto con motivo de la llegada de los almohades. Preció que Maimónides es una figura gigantesca poco conocida individualmente, aunque su herencia sea inestimable para todos los europeos.
Del discurso de la señora de Aznar:
“Ana Botella, segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, elogió a Maimónides por su tolerancia y como hombre que supo luchar contra el fanatismo almohade.”
Mientras Manuel Chaves,  Juan Fernando López Aguilar y Ana Botella decían toda esta sarta de insensateces, no resulta difícil imaginarse a los judíos españoles de la (FCIE) presentes en los actos, que saben perfectamente lo que pensaba Maimónides de los no judíos, intentando disimular la risa que les producía haber conseguido que un montón de ilustres gentiles se deshiciesen en elogios hacia uno de los más grandes canallas racistas y xenófobos que ha pisado la Tierra.

1 comentario:

  1. Siempre que Maimónides se refería a Jesucrísto, añadía la coletilla "que sus huesos sean triturados". También comentaba que los judíos habían hecho muy bien colgándole como a un criminal traidor a Israel. Maimónides fué el primer judio que dejó escríto, la necesidad imperiosa de su pueblo, por aliarse con Gentiles de dinero o poderosos. La misión de la Serpiente no se hubiera realizado, sin la ayuda de los Gentel-man o Gentil-hombres cercanos a los monarcas. También a través de las Logias masónicas, se han ído haciendo con la voluntad de miles de gentiles, que han ído cooperando (sabiéndolo o no) con los planes trazados, sin apenas percibir la posibilidad de que pudieran ser peones desechables. Salud

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