lunes, 21 de marzo de 2011

LA BANDA DEL TESORO (VI). Jorge Álvarez

El Plan Morgenthau: el plan de Harry Dexter White

II Conferencia de Quebeq. Churchill, Roosevelt y Mackenzie King

Otro de los grandes éxitos atribuibles a “la banda del Tesoro” fue el famoso Plan Morgenthau.

Lo primero que conviene aclarar con respecto a este siniestro plan es que realmente debería haber pasado a la historia como el Plan White. Efectivamente, no fue el Secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, el autor de la “criatura”; fue su fiel asesor y lugarteniente Harry Dexter White. Probablemente lo comenzó a escribir en el verano de 1944 y para el 1 de Septiembre de ese año, exactamente cinco años después del comienzo de la guerra, ya tenía un primer borrador terminado. Naturalmente, Morgenthau había sido convencido por White de la necesidad de elaborar el plan y, también  naturalmente había delegado en el impulsor de la idea la misión de redactarlo. Igualmente, Morgenthau estaba de acuerdo con la filosofía del plan que su colaborador favorito le había sugerido.


Sobre el Plan Morgenthau se ha hablado y escrito mucho, pero pocas veces se ha llegado hasta el fondo de la cuestión. Entre la mayoría de los historiadores (que suelen ser bastante adictos a no investigar sobre asuntos que pueden sacar a la luz actuaciones poco virtuosas de los vencedores de la guerra), es costumbre despachar el “affaire” del Plan Morgenthau como un error de cálculo del Departamento del Tesoro que pilló por sorpresa al presidente Roosevelt. En general se suele admitir que el Plan pretendía imponer una “paz cartaginesa” a Alemania y que, desde un cierto punto de vista, castigar a los alemanes con dureza e impedir su recuperación económica tenía una cierta justificación moral considerando el terrible daño que ellos habían causado previamente a las naciones ocupadas. Pero que, desde un punto de vista práctico, constituía un error por cuanto la nación alemana, como corazón geográfico de Europa y con su enorme potencial técnico, era absolutamente necesaria para la recuperación del continente. No parecía factible aspirar a la reconstrucción de Europa dejando al margen a Alemania. Esta corriente historiográfica da carpetazo el espinoso capítulo del Plan Morgenthau con la rectificación de Roosevelt, que después de comprobar que la opinión pública y parte de su gobierno lo rechazaban, decidió hacer lo mismo. De esta forma el plan quedaría arrinconado y nunca más se sabría ya de él.

La realidad, sin embargo, no tiene absolutamente nada que ver con la simplificación “tranquila-conciencias” de los historiadores a sueldo.

El Secretario de Estado Cordell Hull fue muy claro en sus memorias:

“Emocionalmente perturbado por el ascenso de Hitler al poder y las persecuciones de judíos, Morgenthau a menudo intentaba inducir al presidente a saltarse al Departamento de Estado o a actuar en contra de nuestro mejor juicio. En ocasiones nos lo encontramos dirigiendo negociaciones con gobiernos extranjeros usurpando estas funciones al Departamento de Estado. Su actuación en la elaboración de un catastrófico plan para el tratamiento de Alemania en la posguerra y en inducir al presidente para que lo aceptara sin consultar con el Departamento de Estado, fue un ejemplo sobresaliente de este tipo de interferencias.”[1]

Lo primero que hay que considerar al respecto es que cuando un ministro de un gobierno usurpa con frecuencia las funciones de otro ministro ante la pasividad del presidente, parece lógico colegir que lo hace con la complicidad de éste. Ya vimos antes que el Departamento del Tesoro se había convertido bajo la administración de Roosevelt en una especie de “superministerio”. Y también que, curiosamente, el presidente había depositado su mayor confianza en  esta institución y en las personas que la regían. Buena prueba de ello, como el propio Hull señala, es todo lo acontecido en torno al Plan Morgenthau.

Del 12 al 16 de Septiembre de 1944 iba a tener lugar la segunda Conferencia de Quebeq, en clave “Octagon”. Por esas fechas, los ejércitos anglosajones habían conseguido por fin romper el frente de Francia y después de mes y medio de atasco en el bocage normando, se habían abierto camino con rapidez hasta Bélgica y el Oeste de Francia y se hallaban en las vísperas de lanzar la operación Market Garden sobre Holanda con el objetivo de penetrar en Alemania por el norte y hacer concluir la guerra antes de Navidad. El optimismo reinaba entre los dirigentes de Estados Unidos y Gran Bretaña, que veían la victoria al alcance de la mano, más cerca de lo que realmente estaba[2]. Para la conferencia de Quebeq, se había previsto debatir la política aliada con respecto a Alemania en una posguerra que se veía inminente.

Lo lógico hubiese sido que el Departamento de Estado hubiese preparado toda la documentación y propuestas acerca de la política a seguir en Europa para después de la guerra. Sin embargo, no fue así. La suerte de Alemania y de los millones de alemanes que sobreviviesen a la guerra iba a ser decidida en un memorándum elaborado por el Departamento del Tesoro y que sería presentado personalmente por el Secretario Morgenthau en la conferencia de Quebeq a los dirigentes británicos. Churchill llegó con su séquito a la cumbre de Quebeq sin haber oído ni tan siquiera hablar del Plan Morgenthau. Lo que significaba que los norteamericanos estaban dispuestos a despachar las líneas maestras del futuro de Alemania – y en buena medida de toda Europa central – con sus aliados en un par de días y en base a un documento al que éstos no habían tenido acceso.

De la caprichosa forma de actuar del presidente Roosevelt da cuenta el hecho de que acudiese a una conferencia internacional de este calibre de la mano de su ministro de Economía, (Morgenthau), y en cambio dejase aparcados en Washington a su ministro de Asuntos Exteriores (Hull) y al de la Guerra (Stimson). Para justificar tan extravagante decisión la Casa Blanca aseguró a los secretarios excluidos que su presencia en Quebeq no era necesaria porque en la cumbre se tratarían exclusivamente asuntos militares y esta información fue igualmente difundida entre los medios de comunicación. Naturalmente, el presidente Roosevelt mentía con descaro. Él había decidido que el futuro político y económico de Alemania se habría de decidir en la cumbre de Quebeq en base al plan elaborado por White y firmado por Morgenthau. Y había diseñado con éste concienzudamente la estrategia para hacer que Churchill no tuviese más remedio que aceptar dicho plan. Pero no anticipemos acontecimientos.

En la conferencia de Teherán en Noviembre de 1943 Stalin había propuesto a Roosevelt y a Churchill que la política respecto a Alemania una vez se alcanzase la victoria debería pasar por su desmembramiento y por el desmantelamiento de su industria, y no sólo la pesada. El líder soviético puso el ejemplo ilustrativo de las fábricas de muebles de metal. Si Alemania mantenía industrias de este tipo, le resultaría muy fácil en un futuro reconvertirlas en factorías de armamento. Y esto era algo que, en su opinión, había que evitar a toda costa. La capacidad industrial de Alemania debía ser laminada para siempre y los alemanes debían convertirse en agricultores y pastores.

No es pues casualidad, que el memorándum que elaboró White con las propuestas del Departamento del Tesoro para la Alemania derrotada siguiese estas líneas fielmente, e incluso fuese más allá. Porque lo que sí sabemos a ciencia cierta gracias a Venona es que en el verano de 1944 un agente soviético cuyo nombre en clave era “Koltsov”[3] mantuvo un largo encuentro con White en Washington en el que, entre otras cosas, hablaron de la política que cabría aplicar a la Alemania derrotada.

Morgenthau y White no ignoraban que las líneas maestras que se habían diseñado para el gobierno de Alemania por las tropas de ocupación estadounidenses no contemplaban una paz punitiva para el conjunto de la población. Las medidas pasaban por una “desnazificación” en un primer momento para dar rápido paso al autogobierno de una Alemania democrática plenamente integrada en la reconstrucción de Europa. Y esto iba directamente en contra de las propuestas que contemplaba el memorándum de White que Morgenthau hizo suyo. Por esta razón decidieron actuar con rapidez.

Para ir recabando apoyos de peso a su plan decidieron presentar sus líneas básicas a destacadas personalidades.




[1]Cordell Hull, The Memoirs of Cordell Hull, New York: Macmillan Co., 1948, VoL 1, pp. 207-208.
[2] La operación Market Garden se saldaría con un sonoro fracaso y a finales de Septiembre, de forma sorprendente, los alemanes habían sido capaces de reconstruir un frente defensivo tanto en el Oeste como en el Este. La guerra en Europa aún iba a durar ocho meses más.
[3] Con toda seguridad no se podía tratar del tristemente célebre Mijail Koltsov , unos de los más famosos enviados de Stalin a la España republicana, por cuanto fue ejecutado por orden de Stalin en 1940. Koltsov, que era realmente Mijail Efimovich Friedland, judío ucraniano, ocupó sin lugar a dudas junto con Orlov (y Santiago Carrillo) un papel decisivo en las matanzas de Paracuellos.

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