martes, 24 de mayo de 2011

LA BANDA DEL TESORO (VIII). Jorge Álvarez

El Plan Morgenthau: el plan de Harry Dexter White (III)


John Winant                              Sir John Anderson

Después de su encuentro con el Comandante en Jefe de las Fuerzas Expedicionarias aliadas, Morgenthau se dedicó a hacer turismo de guerra. Visitó el frente de Normadía y se entrevistó con el general Bradley, al que no habló para nada de su plan.

El día 9 estaba de vuelta en Inglaterra alojado en una lujosa mansión, Red Rice, con más de cuatrocientas hectáreas de jardines y bosques que le asignó generosamente Eisenhower y que pagaba el Ejército Americano.

En los días sucesivos Morgenthau, espoleado por la receptiva actitud de “Ike” a sus propuestas acerca del tratamiento a la Alemania vencida, se entrevistó con otras destacadas figuras de la alta política británica.

El mediodía del 10 de Agosto se reunió con su homólogo británico Sir John Anderson, Chancellor of the Exchequer, al que expuso su proyecto para convertir a Alemania en un país de granjeros y pastores dividido en pequeños estados. Sin embargo, a diferencia de Eisenhower, Anderson no manifestó el más mínimo entusiasmo por el plan.

Esa misma noche se entrevistó con Winston Churchill. El veterano Primer Ministro británico tenía muchas razones para agasajar y adular al Secretario del Tesoro de los Estados Unidos. Gran Bretaña, después de cinco años de guerra se encontraba literalmente arruinada y necesitaba más que nunca seguir recibiendo la ayuda americana del Lend-Lease, Plan de Préstamo y Arriendo, incluso después de la derrota de Alemania. Y Churchill sabía que Morgenthau, responsable directo de la política económica del gobierno americano, era bastante reacio a seguir prestando grandes sumas a Gran Bretaña. Naturalmente, tampoco ignoraba que era judío, y por esa razón dedicó sus esfuerzos a intentar impresionar a Morgenthau hablándole de que había decidido crear, en el seno de las fuerzas británicas, una brigada de voluntarios judíos de Palestina que sería enviada a combatir a Alemania enarbolando banderas con la estrella de David.

El día 12 Morgenthau y White recibieron en su fastuoso alojamiento de Red Rice al embajador norteamericano en Gran Bretaña John Winant al que pusieron al corriente de su proyecto. El diplomático no pareció inicialmente demasiado convencido de las draconianas intenciones de sus anfitriones hacia Alemania y les hizo saber que durante los últimos meses había intentado en vano obtener instrucciones precisas del gobierno americano acerca de la política que habría que aplicar a la Alemania derrotada. En ese momento, White aprovechó para convencer a Winant de que el plan que el Departamento del Tesoro proponía era el que más fielmente desarrollaba las ideas que Roosevelt tenía para la posguerra.

Al día siguiente Morgenthau, White y Winant visitaron al Secretario del Foreign Office, Anthony Eden en su residencia. Eden, seguramente recibiendo instrucciones de Churchill y con la intención de impresionar favorablemente al hombre que tenía la llave de la caja de caudales, puso en conocimiento de Morgenthau y su séquito información acerca de los acuerdos secretos de los “Tres Grandes” en Teherán. Cuando les dijo que Stalin ya había propuesto en aquella conferencia desmembrar Alemania en varios pequeños estados y desmantelar toda su industria, y que ni Roosevelt ni Churchill habían planteado objeciones a tales propuestas, Morgenthau, entusiasmado, pidió a Eden que le permitiese acceder a las actas de la cumbre de Teherán. El secretario del Foreign Office no podía negarse. La prórroga del Préstamo y Arriendo a Gran Bretaña estaba en juego. Y, ni Churchill ni Eden eran todavía conscientes de lo importante que era para Morgenthau y White sacar adelante su plan para Alemania. No acababan de entender el fanático empeño que los animaba, pero no tardarían en percatarse de ello.

El 14 de Agosto Morgenthau y su escudero White acudieron a la sede del Foreign Office en Whitehall. Eden les facilitó las actas de Teherán y Morgenthau descubrió complacido que su jefe, el presidente Roosevelt, había mostrado su conformidad a las propuestas soviéticas para desmembrar a Alemania y debilitarla sin contemplaciones. El acceso a esta documentación que Roosevelt había mantenido en absoluto secreto y que ni siquiera había puesto en conocimiento de ningún ministro de su gabinete otorgaba a Morgenthau, aunque él todavía no era consciente de ello, una ventaja estratégica decisiva sobre sus rivales del Departamento de Estado y del de Guerra a la hora de intentar imponer su punto de vista acerca del tratamiento que se debía aplicar a Alemania después de la guerra. Convencido de que ahora tenía todos los ases en la mano para sacar adelante su vengativo plan, Morgenthau regresó a Washington el día 16.

El 18 acudió al Departamento de Estado para hablar con el veterano Cordell Hull. Morgenthau quería convencer a su compañero de gabinete, a la vista de lo hablado en Teherán, de que su plan para Alemania era el que más se ajustaba a lo que Roosevelt había manifestado en aquella cumbre y a lo que finalmente los tres líderes de la Gran Alianza habían acordado. Cuando expuso a Hull los detalles acerca del desmembramiento de Alemania acordado en Teherán, contempló con estupor que el Secretario de Estado no había tenido acceso a tal información. Hull, casi llorando, le confesó que cuando solicitó a Roosevelt que le contara lo que se había hablado y pactado en Teherán, el presidente se había negado tajantemente a informarle acerca del asunto y que ahora era la primera vez que alguien le contaba algo al respecto de aquella trascendental conferencia. Completamente humillado, reconoció a su compañero de gabinete que, a pesar de ser el responsable de la política exterior del gobierno de los Estados Unidos, Roosevelt le había ninguneado sistemáticamente hasta la fecha.

Morgenthau aprovechó el derrumbe emocional de su veterano colega para ganárselo para su causa. Cuando se reunió con sus fieles del Tesoro a la vuelta del asombroso encuentro con Hull, estaba exultante. Sabía que podía contar con el abatido Hull para sacar adelante su plan y les comentó:

“Mi viaje a Europa ha sido muy, muy fructífero – por lo mucho que he aprendido y por lo que le he podido contar a Hull. Y ahora veremos que ocurre cuando me reúna con el presidente.”[1]



[1] Michael Beschloss, Op. Cit., p. 81

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