miércoles, 1 de junio de 2011

LITTLE BIGHORN, ISANDLWANA, ADUA... LOS DESASTRES COLONIALES (III). Jorge Álvarez

Ya los tenemos… que no se escapen.

El teniente coronel George Armstrong Custer no debía atacar antes del 26 de Junio, para dar tiempo a las unificadas columnas de Terry y Gibbon de llegar hasta el valle del Little Bighorn. Sin embargo, Cabellos Rubios quería derrotar a los hostiles él solo para llegar a tiempo a la convención del partido demócrata del 4 de Julio, presentarse en ella como el gran vencedor de la mayor batalla de las guerras indias y alcanzar la nominación para las elecciones presidenciales. Naturalmente, esto era algo que sus hombres ignoraban. 

Al amanecer del 25 de Junio el 7º de caballería se encontraba a poco más de 20 kilómetros del enemigo. El día 24 había recorrido casi 50 kilómetros. La marcha nocturna de 16 kilómetros en la madrugada del 25 había acabado por agotar a hombres y caballos. Custer les había ordenado descansar y aún dudaba entre atacar al día siguiente o hacerlo inmediatamente. En la duda, envió a las dos de la mañana al teniente Varnum con un pequeño grupo de exploradores a lo alto de una cresta llamada Crow’s Nest. Desde allí, al amanecer, pudieron ver perfectamente en el valle del Little Bighorn el mayor campamento indio que hubiesen contemplado las llanuras. La enorme extensión ocupada por los tipis, las innumerables columnas de humo de las hogueras y los gigantescos rebaños de ponis pastando allí abajo, no dejaban lugar a dudas de que el número de hostiles congregado ante ellos era muy superior al previamente estimado.

Cuando Custer fue informado de ello ordenó montar. El regimiento, sin el descanso prometido, volvía a la acción. En algún momento, Custer se adelantó hasta la cresta de Crow’s Nest para observar el gigantesco campamento del que le habían hablado sus exploradores. Llegó a la cima a media mañana pero para entonces, una neblina cubría el valle y apenas era visible el campamento de los hostiles, o al menos eso fue lo que él dijo.

              Mayor Marcus A. Reno           Capitán Frederick W. Benteen

El regimiento, en consecuencia siguió avanzando hacia su destino. Estaban muy cerca ya, poco más de 20 kilómetros, de la gran concentración de hostiles. Custer, temeroso de que se le escapara la presa, decidió atacar sin esperar a las fuerzas de Terry y Gibbon. Para rematar tanto despropósito, reunió a los oficiales y les expuso su plan. El regimiento se dividiría en cuatro columnas. El capitán Benteen, con tres compañías, las H, D y K, exploraría el terreno hacia el Sur siempre pendiente de evitar que los indios huyesen en esa dirección. El mayor Reno con otras tres compañías (A, G y M) seguiría hacia el Oeste en paralelo y a la izquierda de la columna de Custer que avanzaría con cinco compañías (C, E, F, I y L). Una última compañía (B) se quedaría en retaguardia escoltando el convoy de suministros. Parece ser que en ese momento el capitán Benteen le hizo a su superior la observación de que sería más prudente mantener el regimiento unido ante la gran concentración enemiga que los informes de los exploradores anunciaban. Custer le respondió displicentemente: “Limítese a acatar las órdenes”. Y ésta fue la última orden que Custer le dio. El capitán Benteen partió hacia el Sur con sus tres compañías y nunca ya volvería a ver vivo al mítico comandante en jefe de su regimiento.

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Sobre las 12 del mediodía del 22 de Enero el campamento británico de Isandlwana se encontraba sometido a un desconcertante ataque. En ese momento Pulleine recibió a un mensajero de Lord Chelmsford con la orden de que desmontase el campamento y se dirigiese a su encuentro. En medio de la confusión, sin saber a ciencia cierta por dónde atacaba el enemigo ni con qué fuerzas, Pulleine envió de vuelta al mensajero informando a Chelmsford de que por el momento no podría acudir a reunirse con su columna.

El rifle Martini-Henry, arma reglamentaria de los fusileros británicos en Isandlawana 

El campamento de Lord Chelmsford estaba situado a unos 15 kilómetros de Isandlwana. Cuando le llegaron los primeros y confusos informes de que algo estaba ocurriendo allí, destacó a un oficial de su estado mayor a lo alto de una colina con un catalejo. Éste permaneció cerca de una hora, más o menos al mediodía, escudriñando el campamento de Pulleine. En ese momento, las compañías de la infantería imperial del 24º regimiento ya estaban desplegadas y lanzando descargas contra el ejército zulú. Sin embargo, esta acción no quedaba a la vista del observador que cuando descendió de la colina comunicó que no había percibido nada alarmante en Isandlwana. Así pues, Chelmsford siguió mandando patrullas en busca del ejército enemigo por los alrededores de su campamento, mientras 25.000 zulúes estaban cargando en Isandlwana contra el campamento de Pulleine.


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Al amanecer del 1 de Marzo de 1896 el  emperador Menelik recibió precisos informes de sus espías, algunos de ellos ascari infiltrados entre las tropas indígenas italianas, acerca de los movimientos del enemigo y esperaba a las tropas de Baratieri con su numerosísimo ejército presto y desplegado en posiciones ventajosas, sobre las colinas que guardan el valle de Adua. A la derecha situó al Ras Tekle Haymanot, a la izquierda a Ras Alula, en el centro a Ras Makonnen y Mengesha con la caballería de Ras Mikael,  y en la reserva se situó el propio emperador.

El emperador Menelik

La brigada nativa de Albertone, en plena madrugada, había alcanzado la colina en la que realmente debería desplegarse, para cubrir el flanco izquierdo de la rezagada brigada de Arimondi. Sin embargo, esa altura no era la de Kidane Meret, que se encontraba más adelante, sino la del monte Erará. Albertone se encontraba con un problema. Había seguido la ruta asignada y se hallaba teóricamente en el lugar en el que debía detener su avance, sin embargo, un explorador le hizo notar que ese lugar no era la cota de Kidane Meret. El dilema ahora era, quedarse en la posición alcanzada, aunque su nombre no correspondiese con el del mapa, o continuar hasta la auténtica cota de Kidane Meret, aunque estuviese muy alejada del lugar en que la ubicaba el mapa. Albertone podía haber enviado un mensajero para consultar a Baratieri, pero no lo hizo. Sin saber exactamente hacia dónde se dirigía, ordenó a su brigada avanzar, adelantándose así enormemente a las demás brigadas. Sobre las seis de la mañana alcanzó las proximidades del auténtico Kidane Meret y se metió de lleno e inadvertidamente enfrente del despliegue del ala derecha de Ras Tekle Haymanot. Los primeros disparos de la Batalla de Adua estaban a punto de sonar.

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