martes, 25 de octubre de 2011

HISTORIA DE LOS JUDÍOS, ESOS TIPOS TAN ENTRAÑABLES (XV). Jorge Álvarez

LOS JUDÍOS EN EUROPA OCCIDENTAL, EN LAS COLONIAS Y EN EL IMPERIO OTOMANO.
LA VENGANZA CONTRA ESPAÑA II

Juan Calvino. Su delirante teología favoreció el triunfo de la cosmovisión talmúdica entre gran parte del mundo cristiano.


La Reforma protestante y sobre todo en su vertiente calvinista, supuso una evidente judaización del cristianismo. La idea de Lutero de retornar a una Iglesia más auténtica, idea que está en la base de todos los movimientos religiosos de carácter integrista, desembocó en una serie de reformas teológicas, doctrinales y litúrgicas que rechazaban gran parte de la evolución de la Iglesia en los siglos anteriores, acercando el cristianismo reformado a las formas semíticas de la Iglesia primitiva. En las sectas calvinistas, que pronto se convertirían en las mayoritarias dentro del protestantismo, esta involución se hizo absolutamente evidente. La obsesión por la literalidad de la Biblia condujo a los calvinistas a una interpretación del Antiguo Testamento prácticamente idéntica a la que hacen los judíos. Mientras la Iglesia Católica interpretaba el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y ponía el acento en el Dios Misericordioso, en el Padre del que hablaba Cristo, los calvinistas recuperaron a Yahvé, el dios celoso y vengativo de los hebreos y lo colocaron en un primer plano de su devoción.


“Otra ventaja para los judíos, no menos importante que las anteriores, estaría constituida por el hecho de que las sectas protestantes se volviesen hacia la Biblia como instrumento dotado de una autoridad fundamental. La tendencia humanista de acudir a los documentos originales asumiría en este caso un aspecto religioso. Para los cristianos, la Biblia comprende por igual el Antiguo Testamento y el Nuevo. Pero la aspiración de construir una sociedad cristiana mejor y un estado más perfecto haría que varias sectas cristianas y destacados pensadores protestantes retornasen a los sistemas y los objetivos de la Ley tal como se hallan expresados en el Antiguo Testamento por medio de la conducta de los jueces, los profetas y los reyes de Israel. La Biblia hebrea y el idioma hebreo pasaron así a erigirse en valores religiosos, sociales y políticos de primordial significado en la sociedad protestante y en su cultura propia.”[1]

La obsesión por la letra del Antiguo Testamento les condujo, como a los judíos, al rechazo de las imágenes en los templos, por identificar, equivocadamente, esta presencia como idolatría. Al negar la existencia del Magisterio de la Iglesia y abogar por el libre examen de la Biblia, entendieron que no debía haber “intermediarios” entre dios y los fieles y acabaron con el sacerdocio y con las órdenes religiosas. Las comunidades calvinistas prescindieron de los clérigos, sus oficios religiosos los presidían pastores, una figura casi idéntica a la de los rabinos y se regían por consejos de ancianos o notables, como las juderías de la diáspora. La identificación con el Antiguo Testamento también traspasó a los calvinistas - a través de la demencial doctrina de la predestinación - el concepto de “pueblo elegido” y el sectarismo inherente al mismo, traducido en un absoluto desprecio por los paganos y por los “idólatras papistas”, en la misma forma en la que el judaísmo rabínico desprecia a los gentiles. La idea de la predestinación habría de provocar en los calvinistas una actitud ante la vida muy similar a la de los judíos. Según esta cruel doctrina, dios habría elegido de forma caprichosa (“porque le plugo”), desde antes de la creación a un reducido grupo de almas para la salvación y de forma igualmente arbitraria habría condenado, para la eternidad, al resto. Éstos, los réprobos, nacen “muertos” por el pecado y como los “muertos” no pueden darse la vida a sí mismos, nada pueden hacer para evitar su fatal destino. Los elegidos, en cambio, han sido tocados por la gracia divina y como ésta, al ser un don de dios, es irresistible, hagan lo que hagan, se salvarán.

El fatalismo de esta doctrina provocó en los calvinistas una angustia asfixiante y les empujó a intentar encontrar alguna forma de tener la certeza de que pertenecían al grupo de los predestinados para la salvación. Naturalmente ellos estaban convencidos de que todos los paganos y los católicos eran réprobos, y que los predestinados para la salvación necesariamente serían miembros de las comunidades calvinistas. Pero esto no era suficiente, debía haber algún signo externo que pudiese otorgar la certeza de pertenecer al reducido colectivo de los elegidos. Y de forma increíble, llegaron a la conclusión de que un buen calvinista de vida austera y esforzada que se hacía rico, agradaba a dios y esto era señal inequívoca de salvación. Naturalmente, un católico podía ser rico, pero como era un idólatra, no agradaba a dios y, en consecuencia, necesariamente sería uno de los réprobos. Aunque esta argumentación, no ya para un católico sino para cualquier conciencia no enferma, resulte disparatada, constituye sin embargo un dogma entre los calvinistas de todo el mundo. La ética del calvinista se convierte así en la misma ética del judío. Frente a la doctrina católica que tradicionalmente valoró la humildad y la pobreza, una gran parte de la cristiandad comenzó a rechazar estos valores para asumir los del judaísmo talmúdico. Dejemos que un judío ilustre, como Attali, lo explique,

“Luego, los reformadores proponen una revisión mayor de la ética económica. El dinero deja de ser sucio; está permitido hacerlo trabajar. Calvino autoriza que los pastores practiquen el préstamo a interés en virtud de los “piadosos esparcimientos que dispensa a los ministros del culto.” ¡Exactamente lo que dicen los rabinos desde hace quince siglos!”[2]

Paul Johnson, ferviente admirador de los judíos y del capitalismo especulativo, manifestó con admiración indisimulada,

“Una de las principales contribuciones de los judíos al progreso humano consistió en obligar a la cultura europea a reconciliarse con el dinero y su poder.”[3]

Y también,

“Juan Calvino estaba mejor dispuesto hacia los judíos, en parte porque tendía a coincidir con ellos en la cuestión del préstamo a interés.”[4]

Para Calvino y sus sectarios la Ley cristiana y la Torah judía son exactamente la misma cosa y rechazan frontalmente la doctrina católica que defiende una prevalencia del Nuevo Testamento sobre el Antiguo al afirmar que el primero completa y da luz al segundo.

“Los que no comprendieron esto se imaginaron que Cristo era otro Moisés, qué había promulgado la Ley evangélica para suplir los defectos de la Ley mosaica. Y de ahí nació la sentencia tan difundida de la perfección de la Ley evangélica, como mucho más ventajosa que la antigua; doctrina que es en gran manera perjudicial. Pues claramente se verá por el mismo Moisés, cuándo expongamos en resumen,  los mandamientos, cuán gran injuria se hace a la Ley de Dios al decir esto. E igualmente se sigue de semejante opinión que la santidad de los padres del Antiguo Testamento no difería mucho de una hipocresía. Y, en fin, esto sería apartarnos de aquella verdadera y eterna regla de justicia.
Cosa muy fácil es refutar este error. Pensaron los que admitieron esta opinión que Cristo añadía algo a la Ley, siendo así que solamente la restituyó a su perfección, purificándola de las mentiras con que los fariseos la habían oscurecido y mancillado.”[5]

Esta admiración por la literalidad del Antiguo Testamento, como ya vimos, acercó a los calvinistas a los judíos. Éstos comprendieron rápidamente que los cambios revolucionarios que introducía la reforma en las sociedades en las que se imponía jugaban claramente a su favor. En concreto, la prohibición de las órdenes religiosas, acarreaba la desaparición de frailes y monjes, los brazos ejecutores de la ortodoxia católica, los guardianes de la Fe, a quienes tanto odiaban los judíos.

Además, la doctrina calvinista impuso una cosmovisión básicamente idéntica a la del judaísmo: dios no es padre de todos los hombres, sólo de unos pocos escogidos, en consecuencia, los demás, los no elegidos, los réprobos, no merecen la más mínima atención de los elegidos, pues, si dios mismo los ha rechazado nada se puede hacer por ellos. Y si nada se puede hacer por ellos, dado que están condenados por dios, no es pecado explotarlos como esclavos ni asesinarlos para quedarse con sus tierras. De esta forma los puritanos anglosajones que colonizaron América del Norte se veían a sí mismos como las tribus de Israel exterminando a los paganos idólatras de Canaán liderados por Josué. La interpretación literal del Antiguo Testamento les permitía encontrar una justificación moral a su política de exterminio de las comunidades indígenas. Dios los había elegido a ellos, igual que a los antiguos israelitas, para ocupar la nueva tierra prometida, establecer en ella una comunidad de santos elegidos y efectuar una limpieza de paganos salvajes réprobos e idólatras. Mientras los españoles llegaban a América con misioneros para convertir a los indígenas, los calvinistas anglosajones llegaban como el nuevo pueblo elegido por dios para exterminarlos y quedarse con sus tierras, tal y como Josué había hecho con los paganos cananeos. Y tal y como los israelíes han hecho en Palestina desde 1947 hasta hoy.


[1] H.H. Ben-Sasson, op. cit., p. 761.
[2] Jacques Attali, op.cit., p. 245.
[3] Paul Johnson, op.cit., p. 253.
No hay más que ver, en esta época de crisis generada por la falta de control sobre el capital especulativo, hasta dónde nos ha conducido el poder del dinero.
[4] Paul Johnson, op.cit., p. 249.
[5] Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, libro II, capítulo VIII.


1 comentario:

  1. El diálogo Inter religioso con los judíos, no debe servir de pretexto para judaizar la Iglesia transformándola en una escuela bíblica noejida promotora de la moral natural que Dios dictó a Noe para educar a las bestias humanas (goyin) que había salvado del diluvio universal; ni para convertir a los judíos al cristianismo; __sino para dejar de seguir la ecumene Abraham-ica, demarcada por los convencionalismos de lo que solo es sagrado para Israel, el Islam o el judeo cristianismo, que no siguen las directrices del espíritu, sino las dictadas por los príncipes de su gobierno teocrático para gobernar a su pueblo aduciendo voluntad divina__ Y así, poder retomar el camino ecuménico prescrito por Cristo para desarrollarnos espiritualmente practicando las virtudes opuestas a nuestros defectos hasta alcanzar el perfil de humanidad perfecta (cero defectos) o trascendencia humana que nos da la bienaventuranza eterna. HTTP://ES.SCRIBD.COM/DOC/73946749/JAQUE-MATE-A-LA-DOCTRINA-JUDAIZANTE-DE-LA-IGLESIA

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