lunes, 15 de noviembre de 2010

SESENTA AÑOS DE LA "PÉRDIDA" DE CHINA (III). Jorge Álvarez

Evitar a toda costa un ataque  de Japón a la Unión Soviética


El imperio japonés vivía obsesionado por su alarmante escasez de materias primas, controladas casi en su totalidad a lo largo y ancho del mundo por cuatro naciones, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Holanda. Si estas potencias imperialistas cerraban a Japón el acceso a estas materias, el país se derrumbaría. Por esa razón los japoneses se expandieron por Corea y Manchuria. Desde 1938 hasta el verano de 1939, antes de que estallase la guerra en Europa, Japón y la URSS sostuvieron choques intermitentes a lo largo de la frontera entre Manchuria y Mongolia. En Agosto de 1939, en Jalkin Gol tuvo lugar una batalla en toda regla en la que se vieron involucrados decenas de miles de soldados, artillería y carros de combate que finalizó con victoria soviética. Las élites dirigentes de Japón contemplaban dos opciones militares para el caso de que las potencias anglosajonas les bloqueasen el acceso a las imprescindibles materias primas. Una opción, la opción Norte, consistía en atacar a la Rusia soviética a través de Manchuria y la otra, la opción Sur, apostaba por atacar las posesiones coloniales de las potencias occidentales y hacerse con el petróleo de las Indias Orientales Holandesas. Si los Estados Unidos seguían vendiendo crudo a Japón, la opción Sur perdería todo su sentido.

Cuando estalló la guerra en Europa, el clan belicista de Roosevelt se entregó en cuerpo y alma a la tarea de involucrar a los Estados Unidos en el conflicto. Pero había un problema,  el pueblo americano era entonces abrumadoramente aislacionista y el mismo Roosevelt había ganado la reelección de 1939 prometiendo neutralidad a los electores. Debían pues, proceder con cautela y de espaldas a la opinión pública. La más siniestra conspiración para lanzar a un pueblo a una guerra que no quería se puso en marcha a toda máquina.

En Junio de 1941, con unos Estados Unidos teóricamente neutrales, Alemania invadió la Unión Soviética. Al principio, la noticia fue recibida con júbilo en Londres y en Washington. Hitler se había metido en una guerra en dos frentes, había desafiado a un enemigo poderoso y sus fuerzas armadas deberían dispersarse aflojando así la presión sobre las islas británicas. Cuatro meses después, el júbilo se había convertido en pánico. Un mes después del ataque alemán, en Julio, el gobierno de Roosevelt suspendió las exportaciones de petróleo a Japón siguiendo los consejos de sus “halcones”.

La inconfesable intención del “trust” de cerebros de Roosevelt era salvar a la Unión Soviética de Stalin del descalabro. En el verano de 1941 su peor pesadilla parecía que iba a convertirse en realidad. El Ejército Rojo estaba siendo literalmente arrollado por la Wehrmacht. Si Japón aprovechaba la ocasión para atacar a la Unión Soviética por la espalda (al igual que ésta había hecho con Polonia en Septiembre de 1939 ante la indiferencia de Washington), el régimen estalinista se derrumbaría y Gran Bretaña se vería forzada a pedir a Alemania un armisticio. Y los Estados Unidos no llegarían a tiempo de intervenir.

El 22 de Junio, justo al día siguiente de la invasión (alemana) a Rusia el secretario de Interior Harold Ickes le escribió al presidente Roosevelt: “El embargo del petróleo a Japón sería el gesto más popular en todo el país que usted podría realizar, y del cual podría derivar una situación tal que sería no sólo posible sino fácil entrar eficazmente en la guerra. Y si entramos indirectamente en el conflicto, evitaríamos la crítica de que lo hacemos como aliados de Rusia comunista”.

La cúpula dirigente japonesa entendió el embargo comercial total impuesto por Roosevelt como el paso previo para el inicio de las hostilidades y en consecuencia decidió anticiparse. La opción Sur, para hacerse con el control del petróleo de las Indias Holandesas fue la elegida por el gobierno y se desestimó el ataque a la Unión Soviética por parte del Ejército de Kwantung estacionado en Manchuria. Japón se puso a trabajar en un ambicioso plan de expansión por el Sur de Asia a expensas de las potencias occidentales. Sus fuerzas terrestres y aeronavales caerían como un vendaval sobre las colonias europeas en Oriente y sobre las Filipinas ocupadas por Estados Unidos. El paso previo sería anular la capacidad combativa de la flota americana del Pacífico que el gobierno de Washington había trasladado, en un claro gesto de desafío, desde San Diego en California hasta Pearl Harbor en Hawai. El 7 de Diciembre de 1941 Japón atacó esta base aeronaval y a continuación arrebató en fulgurantes campañas militares Hong-Kong, Shangai, Malasia y Singapur a los británicos, las Indias Orientales con sus yacimientos petrolíferos a Holanda y las Filipinas a los EE.UU. Japón había dado el paso que la administración Roosevelt quería. El pueblo americano, ignorante de las oscuras maniobras de su gobierno para provocar un casus belli con el Imperio Japonés, indignado ante lo que consideraba un ataque traicionero sin provocación previa, abandonó su sentimiento aislacionista y clamó pidiendo venganza.

De esta forma, la guerra previa entre Japón y China pasó a convertirse en un nuevo frente de la guerra mundial.

¿Por qué los EE.UU. optaron por esta estrategia que aparentemente no parecía favorecer sus intereses?

1-      En 1939 casi todos los intentos de FDR por sacar a los EE.UU. de la crisis habían fracasado, cerca de diez millones de americanos seguían en paro y los niveles de producción de la economía americana continuaban por debajo de los de 1929. Entre las élites financieras e industriales se creía firmemente que sólo una gran guerra podría reactivar la economía norteamericana (como así fue).
2-      La guerra sólo sería beneficiosa si los Estados Unidos se convertían en el principal proveedor de material (armas, motores, equipos de comunicaciones, neumáticos, alimentos, ropa, maquinaria diversa…) para alguno de los bandos contendientes. Como el transporte marítimo de superficie estaba totalmente controlado por Gran Bretaña, resultaba obvio que el bando británico sería el único destinatario posible de las ventas americanas. Alemania, además, era el enemigo declarado del judaísmo internacional, tan influyente en la administración de FDR.
3-      El pueblo americano era mayoritariamente aislacionista y sólo aceptaría la entrada en el conflicto si los Estados Unidos era atacados. El gobierno de FDR intentó durante casi dos años provocar un incidente en el Atlántico con los submarinos alemanes, pero Hitler no entró al trapo. Quedaba la alternativa de provocar a Japón para crear el ansiado casus belli.
4-      Si en el verano de 1941, mientras el Ejército Rojo se retiraba sufriendo enormes pérdidas ante la Wehramacht, Japón hubiera atacado a la URSS, ésta habría sucumbido irremisiblemente. Las fuerzas de reserva con las que el Ejército Rojo contraatacó en Diciembre de 1941 deteniendo a los alemanes a las puertas de Moscú procedían de extremo Oriente. Si Japón las hubiese obligado a permanecer en la frontera de Manchuria, nunca habrían llegado a tiempo de detener a la Wehrmacht. En la Casa Blanca sabían que si la URSS caía, Gran Bretaña no tendría la más mínima posibilidad de ganar la guerra en solitario contra Alemania.
5-      Así las cosas el gabinete de FDR había llegado a la conclusión de que había que atraer a Japón a una guerra en el Sureste Asiático. Esto serviría para evitar la derrota soviética, para menoscabar el poderío del Imperio Británico, al que los americanos querían ver desmantelado después de la guerra y para provocar el casus belli que pusiese a la población americana a favor de la entrada en el conflicto.

La jugada estaba bien pensada. La oligarquía financiera e industrial americana llevaba décadas clamando contra los imperios británico y francés. El nuevo orden que debía surgir después de la guerra pasaba por un mundo globalizado y abierto a las grandes corporaciones americanas a las que los sistemas económicos imperiales cerraban las puertas de sus cautivos mercados coloniales. El ataque japonés hacia el Sur evitaba la derrota soviética, alargaba la guerra (es decir, el negocio), ofrecía un casus belli ideal y socavaba el imperialismo europeo en Asia. ¿Se podía pedir más?

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